Lo primero que sientes cuando recibes un encargo así es mucha alegría, ya que en escultura no abundan los encargos de retratos de mujeres y, además, los retratos de mujeres supervivientes son inexistentes dado que siempre nos dibujan como víctimas. El hecho de que la retratada sea una superviviente de una situación de violencia de género en el siglo XVII, cuando todavía no se había ni enunciado como tal y, también, el hecho de que logre una orden de alejamiento, es un milagro.
Recibir este encargo es participar de ese milagro. Establecer esta genealogía de nosotras hacia Francisca de Pedraza y de Francisca hacia nosotras, es un privilegio recibido con muchísima alegría y pasión.
Después del primer impacto y de la euforia inicial, la siguiente emoción que se siente es el pánico por la responsabilidad que supone. Crear la imagen de alguien que ya está imaginado es una misión imposible por otro o por otra que no sea él o la imaginante. La imaginación de cada una de nosotras es única e irrepetible y nos regala imágenes difíciles de cotejar. Ese era el gran riesgo que debía correr y el desafío a superar.
Dado que tuve una absoluta libertad de creación, quise dibujar una superviviente, una luchadora que no pierde la dignidad, que pelea tanto por su persona como por sus criaturas. Quise dibujarla queriéndose, poniéndose guapa, con todo su poder, con toda la dignidad que le da ganar su lucha contra el maltrato de quien más debía quererla.
Cuando Julia Pérez Correa, presidenta de la Asociación de Mujeres Progresistas de Alcalá, me hizo este encargo era el mes de agosto. Ahora que el busto está ya en bronce, una obra escultórica creada por mí, no encuentro adjetivos, ni palabras fáciles para calificar la sensación que siento al recogerla en la fundición, es algo muy grande este ejercicio de dominación que supone el sometimiento de la materia, que tan bien tiene explicado Marian L. F. Cao en su libro “¿Para qué el arte?”
Vaya mi agradecimiento hacia quienes han hecho posible este placer íntimo y que desde este escrito comparto con todas las personas que lo habéis logrado. Como escultora de una época en que es complicado lograr un encargo público, no puedo dejar de agradecer este logro, ya que la escultura es un oficio caro que, sin mecenazgo, tiene muy complicada la subsistencia.
Añadir a todo esto que es el “I Premio Francisca de Pedraza contra la Violencia de Género”, el reconocimiento hacía una mujer del siglo XVII que supo defender sus derechos, una heroína, alguien tan sumamente fuerte y tan extraordinaria, que logra una orden de alejamiento, cuando era prácticamente inexistente esa figura legal. Qué difícil es entender desde nuestro tiempo la lucha tan titánica de esta mujer.
El hecho de que, mientras creaba este busto, con quien estaba conectando a través del tiempo fuera una mujer valiente, que decidió luchar por su libertad personal, el que mi creación tuviera como objetivo distinguir a una mujer sobre la que hay una investigación muy seria, llevada a cabo por Ignacio Ruiz Rodriguez, me parece un privilegio.
Creo que es uno de esos momentos especiales que te da la vida que hay que saborear a fondo y disfrutar mucho. De los momentos en que se te dice: “tú tienes la sabiduría y tú tienes el poder para hacerlo”. Momentos que te mantienen en pie como creativa y a los que hay que concederles un gran valor, al ser además, momentos muy escasos en la vida de las mujeres creadoras a quienes, a día de hoy, todavía no se nos concede la plena autoridad para crear.
Es la mezcla de tantos sentimientos lo que me hace muy difícil y muy, muy complicado este escrito. Me comprometí a entregarlo en unos días, pero… para quitarle algo de pasión, para que sea legible, necesitaría que esta emoción que no quiero que termine, se pase. Me lo hace arduo a un tiempo que no quiero dejar de hacerlo porque sé que es importante: “es de bien nacida ser agradecida” y es importante contar lo bien que me ha hecho sentir a título individual, desde la “historia vivida”, que dice Simone de Beauvoir.
También hay que reconocer y agradecer el que haya una asociación de mujeres, como es la Asociación de Mujeres Progresistas de Alcalá de Henares, que nos descubren y den a conocer a esta mujer, que quiere nombrar a otra mujer y destacar lo difícil que ha sido llegar desde allí hasta aquí, desde el siglo XVII hasta el siglo XXI, en el que a estos comportamientos les hemos puesto nombre y los hemos convertido en delito. Ahora quien pega a una mujer es un delincuente. Antes, a lo mejor, era alguien que estaba limpiando su honor. Desde aquí mi enorme agradecimiento por haberme permitido crecer como escultora y volver a ver una vez más, el color del metal fundido cayendo en la mufla. Es impagable compañeras.
Agradecer también a la Universidad Complutense de Alcalá de Henares, que nos acoge como en su momento acogió a Francisca a la cual, con su apoyo, recordamos. Por último, también reconocer la colaboración del Colegio de Abogados, que con su contribución económica ha hecho posible que la figura de Francisca se reencarne en este busto que aquí tenemos y al Ayuntamiento de Alcalá, institución que con su iniciativa al promocionar este premio, hará que Alcalá sea, a través de su figura, conocida internacionalmente como la primera ciudad donde tenemos conocimiento que una mujer logró una sentencia de divorcio y por lo tanto de justicia, que era lo que Francisca de Pedraza buscaba.