El que la Asociación madejas contra la violencia sexista me eligiera para llevar a cabo el premio que entregan todos los años por la lucha contra las violencias machistas es, para mí, un motivo de orgullo.
Toda mi infancia estuvo rodeada de mujeres que tejían, que hacían calceta. Me fascinaba la velocidad de vértigo de mi Tía Uca con las agujas en la mano tejiendo jersecitos para bebés o jerseys para sus sobrinos, al tiempo que mantenía conversaciones con mi madre, que también estaba dando a la calceta a toda velocidad, sobre cualquier tema cotidiano o trascendente.
Era fascinante el movimiento en si, pero también era fascinante el resultado de aquella caligrafía en que cogiendo y soltando puntos se lo graban dibujos que parecían grecas decorativas.
Cuando crearon la asociación tuvieron en mi una admiradora desde el principio: lograr resignificar ese punto de reunión que eran las mujeres tejiendo y hablando, en un hacer que parecía llevar a ninguna parte, convirtiéndolo en un lugar de concienciación feminista me pareció una idea muy valiosa.
Cómo muy bien explica a Irene Vallejo su libro "El Infinito en un junco" las mujeres siempre hemos estado tejiendo y los textos siempre han tenido relación con el mundo de lo textil.
De modo que ha sido muy gratificante poder plasmar en esta pequeña pieza todo ese significado.
En palabras de Marifé Santiago
"Ese tejer sin poder tejer"