1992 - 1996
En los tiempos en que todo el mundo era Picassiano, yo vivía una vergonzante adoración por Matisse y su cuadro “la Danza”. Mantengo que es una de las grandes obras de la pintura contemporánea que, por demás, tiene la virtud de calentar los corazones. Absolutamente inspiradora.
Picasso me ha obsesionado durante años, todavía me obsesiona. Desde que me leí el libro de Arianna Stassinopoulos Huffington en los años 80, me quedé enganchada a él y a sus mujeres para siempre. Pero, secretamente, mi enganche en el caso de Matisse y la relación que tenía con su amada esposa fue superior y, sin saber, decidí que esa relación de pareja y esa belleza de la Danza es lo que quería para mí.
En este, mi primer aprendizaje con la fundición y el bronce, es esta lucha lo que se refleja. La búsqueda de lo figurativo y lo abstracto, lo colectivo y lo individual, la bondad y la maldad. Pero sobre todo es una mala copia de la Danza de Matisse. Es un deleite en la mirada de ese cuadro que siempre que lo veo, en cualquier lugar que me lo tropiece, me hace sonreír.